Tomado de: niu.com.ni
Dolene Miller, Elba Rivera y Francisca Ramírez han defendido, durante años, los territorios de campesinos, afrodescendientes e indígenas. Conocé sus historias
Defender sus tierras y el medioambiente les ha costado la vida a muchas mujeres alrededor del mundo, especialmente en América Latina. El 2017 fue un año letal para activistas de 22 países, según denunciaba el año pasado la organización británica Global Witness que reportó que al menos 207 líderes indígenas, activistas y ecologistas murieron por proteger sus hogares y comunidades de la minería, la agricultura a gran escala y otros negocios que ponen en peligro sus medios de vida y su modo de vida. A pesar de ello, siguen luchando. En Nicaragua, tres mujeres han defendido la Tierra. Dolene Miller, Elba Rivera y Francisca Ramírez, se han puesto al frente en la defensa de los territorios de campesinos, afrodescendientes e indígenas. Estas son sus historias:
Dolene Miller
En las calles de Bluefields, decenas de vehículos transitan lentamente. Llueve fuerte y una parte de la ciudad está inundada. Las aceras lucen llenas de gente y muchos se movilizan por tiendas y negocios en busca de refugio ante el aguacero. Cuesta imaginar que a pocos kilómetros decenas de familias luchan ante la feroz invasión de sus territorios. «Es una realidad que vivimos día a día», explica Dolene Miller, una mujer creole de voz dulce, pero de carácter fuerte.
Miller es asesora del Gobierno Comunal Creole en Bluefields y ha sido representante creole ante la Comisión Nacional de Demarcación y Titulación (Conadeti). Desde cualquier espacio, ha denunciado la violación de los territorios indígenas y afrodescendientes. Recuerda que desde hace 15 años ha participado en programas radiales para hacer conciencia sobre la problemática territorial a la que se enfrentan. «En dos ocasiones, los Gobiernos nos han mandado a sacar por la fuerza de la radio», dice. Pero no desiste.
En las asambleas comunales de los pueblos afrodescendientes de Nicaragua, las voces de las mujeres se han empezado a escuchar. Para Miller ese es un gran logro. Asegura que cuando empezó a involucrarse en la defensa de los territorios comunales, muchas veces le dijeron «que debería irme a casa a cuidar de mi esposo».
«Ser líder, ser mujer, pero además ser negra no es fácil. El liderazgo en nuestro sistema machista es imperante. Recuerdo que me mandaban al principio a atender mi hogar, porque decían que ya pasaba mucho tiempo en la calle», explica.
Para ella, las mujeres deben pasar por el «escrutinio» de la sociedad y para comprobar su liderazgo deben «poner sobre la mesa hechos que nadie te pueda refutar». «No nos permiten un error», insiste.
Muchas veces ha visto como las ideas de mujeres son «puestas a un lado» por los hombres. Miller, sin embargo, cree que cada vez se van ganando espacios. «Cuando he tenido que gritar lo he hecho y cuando debo poner los pies firmes también», comenta.
Ganarse el respeto luchando
La situación de las mujeres en el Caribe de Nicaragua es difícil. Muchas de ellas, pertenecientes a los pueblos miskitos y mayangnas, están siendo expulsadas de sus comunidades por colonos armados, que en ocasiones las secuestran y hasta las violan, ante la ausencia de las autoridades en esas zonas remotas del país.
La invasión de sus tierras comunales, ante la inacción del Estado de Nicaragua, que incluso ha sido cómplice del tráfico de tierras, es un problema grave. Miller explica que siguen «dando una batalla legal» por sus derechos.
«Estamos actualmente enfrentando una lucha con una demanda al Estado de Nicaragua ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, especialmente denunciando la afectación de las tierras comunales con la Ley del Canal Interoceánico», resume.
Esta líder caribeña asegura que su mayor logro ha sido crear conciencia, pero admite que falta mucho. «Hemos trabajado en educar no solo a la población caribeña sobre sus derechos territoriales, sino a todo el pueblo de Nicaragua sobre nuestros derechos», sostiene.
Muchos de los liderazgos en los territorios comunales los ejercen actualmente mujeres. Según Miller, no es un tema fortuito. Ellas asumen esa responsabilidad cuando los hombres huyen de los colonos o salen a otras zonas a buscar el sustento de sus hogares. La lucha no acaba e insiste: «La seguiremos dando».
Elba Rivera
Hace diez años la profesora Elba Rivera, una mujer campesina de Nueva Guinea, fue una de las ocho mujeres seleccionadas para dar un discurso ante el G-8 (los ocho países más ricos del mundo) abogando por el acceso a la salud y educación.
No le tembló la voz para exigir una mayor igualdad para todas las naciones. Para ella, la educación es un pilar fundamental para el desarrollo. Desde hace 36 años, esta mujer se ha dedicado a dar clases a niños, niñas y también a adultos. Su otra gran pasión es trabajar la tierra.
«Los líderes del G8 tienen que entender la urgencia con la que se necesitan recursos económicos en los países en desarrollo, sobre todo en este momento de crisis global que está afectando de manera desproporcionada a los países más pobres. Por cada año que ellos postergan sus compromisos de ayuda, en el sur perdemos generaciones completas», afirmó Rivera.
Este 2019, se cumplieron 55 años que un pastor evangélico quiso fundar una comunidad religiosa en un lugar boscoso de Nicaragua y la llamo «Luz en la Selva». Así, poco tiempo después nació Nueva Guinea, un pueblo fundado el cinco de marzo de 1965 por varias familias campesinas. Una de esas familias era la de la profesora Rivera, una mujer que ha aprendido desde la infancia a proteger y amar la tierra.
Inspirada en ese nombre fundó «Luz en la Selva», una organización pionera en Nicaragua que capacita a campesinos en agricultura ecológica.
«La agricultura es mi vida y la educación es la base para cambiar cualquier realidad», confiesa. Cuenta que aprendió a leer y escribir a los 18 años durante la Cruzada Nacional de Alfabetización y desde entonces enseñar a otros se ha convertido para ella en una «salvación».
Por eso, decidió ser educadora y ese don le ha ayudado a promover una agricultura amigable con el medioambiente, entre familias campesinas que desconocían formas más sostenibles para la producción de alimentos.
Venciendo al machismo
Durante diez años, Rivera estudió y vivió en Alemania, pero decidió volver a Nueva Guinea porque sentía que podía aportar más desde su comunidad. Para Rivera, sin embargo, ha sido un reto enseñar a campesinos, viviendo en una sociedad machista.
«Vivimos en una sociedad donde el machismo es fuerte, porque muchos campesinos piensan que el ser hombre es natural ser el líder, pero he trabajado en demostrarles que yo también puedo aportarles mis conocimientos en agricultura orgánica y me he ganado su confianza y respeto», explica.
En 2013, recibió un reconocimiento por su aporte a la lucha contra la pobreza de su comunidad durante el simposio «One World Family» celebrado en Stuggart, Alemania.
La profesora Rivera insiste en que «el problema más grande que una mujer se enfrenta son los Gobiernos» porque se muestra desinteresados de promover su inclusión y es difícil para muchas dejar sus tareas del hogar e integrarse «en el trabajo duro de la tierra».
«Quieren desaparecer al campesinado»
Rivera denuncia que el Gobierno de Daniel Ortega «ha querido erradicar la cultura campesina» promoviendo la venta de sus territorios.
«El campesino es el ser más libre de una sociedad. El campesino es su propio jefe, lleva una vida libre. No depende de relaciones sociales, licencia de negocios, pero el Gobierno busca tener a gente dependiente y si los sacan de sus tierras no tendrán futuro. ¿O se irán a Managua a vender agua?», cuestiona.
Por eso, la lucha principal de esta profesora es que «el campesinado entienda que su tierra es la base de vida» y que es necesario que cuide la Tierra para poder sobrevivir.
«Durante la época de los Somoza, había diputados dueños de muchas tierras y hoy siguen siendo los políticos, los grandes ganaderos conectados con el poder los que están empezando a reconcentrar la tierra, porque siempre buscan que esté en manos de los poderosos», alerta Rivera.
Francisca Ramírez
Ella es la mujer más visible del movimiento campesino de Nicaragua. Su voz y su rostro la han convertido en un blanco tras denunciar el proyecto del canal interoceánico. Francisca Ramírez, o «doña Chica», ha movilizado a miles de campesinos en contra del régimen de Daniel Ortega desde mucho antes del 18 de abril del 2018, cuando estalló la actual crisis sociopolítica que vive el país.
Abandonó su casa en la comunidad La Fonseca, Nueva Guinea, donde vivía, para exiliarse en Costa Rica. Ramírez insiste en que el comandante Ortega ya “era un violador de derechos humanos” desde antes de desatar la matanza hace catorce meses en Nicaragua.
“Desde 2013 tendimos algo en común: luchar contra el proyecto del canal interoceánico y nuestras tierras. La soberanía de Nicaragua nos unía. Por eso era un movimiento campesino autónomo en defensa del lago, la tierra y la soberanía”, aseguró recientemente la líder campesina en el programa Esta Noche.
“En aquel momento luchábamos por defender las tierras, hoy tenemos algo más que es defender a Nicaragua. Eso nos tiene que unir. No tenemos que ver nada del pasado, sino cómo logramos una Nicaragua diferente”, insistió.
El movimiento campesino lideró cien marchas pacíficas, y todas fueron reprimidas, pero ella nunca claudicó.
Desde el exilio ha continuado muy activa, ayudando a conseguir alimentos para los miles de nicaragüenses que han huido a ese país en los últimos meses, narraba hace unos meses el periodista salvadoreño Carlos Dada. Y es que doña Chica, como la llaman cariñosamente, está lejos de quedarse quieta o callada.
Un reconocimiento a su lucha
Vistiendo un traje folclórico azul y blanco, y con un tocado de flores de sacuanjoche, Ramírez recibió en marzo de este año en República Checa el premio Homo Homini, que otorga la organización People In Need.
Este reconocimiento se entrega desde 1990 a personas que han contribuido de forma significativa a la defensa de los derechos humanos, la democracia y la resolución no violenta de los conflictos políticos. Ramírez, en su discurso, recordó la lucha del Movimiento Campesino que inició en el 2013 en defensa de sus tierras frente a la posible construcción de un canal interoceánico, que hasta la fecha se quedó solo en papeles.
«He estado tan dispuesta hasta a morir, si es necesario. Lo he dicho siempre, que con tal de que queden libres mis hijos, y tengan una casa digna y una tierra digna, estoy dispuesta a morir, pero que ellos tengan donde vivir, no que pasen lo que yo pasé cuando mi niñez», declaró en 2015 en una entrevista a CONFIDENCIAL.